lunes, 8 de diciembre de 2014

El Que No Busca A Veces También Encuentra

I don't give a damn
How it's supposed to be
That might work for you
It don't work for me


Muy de vez en cuando algunas respuestas llegan en momentos casi milagrosos.

Como si alguien supiera por lo que estás pasando.

Como si esa otra persona te entendiera más que nadie en el mundo.

Esas señales no pueden ser ignoradas.

Abracé casi cada una de las líneas del artículo "How to Be Alone: An Antidote to One of the Central Anxieties and Greatest Paradoxes of Our Time" de Maria Popova. Y es que cuando te han tratado de egoísta hasta sociópata, pasando por antisocial, introvertido e inseguro entre otros tantos apelativos, vaya que te empiezas a cuestionar todo.

El artículo está basado en el libro "How to Be Alone" de Sara Maitland (que por supuesto ya estoy encargando ;-)) y es una exploración sobre la soledad. Pero la soledad que hace bien, la que uno elige por convicción por sobre todo; no la que se odia porque no se busca. La que hace que uno se sienta en su estado natural. La que nos hace libres finalmente.

Porque a veces existen ataduras invisibles, porque la sociedad nos ha hecho creer que somos sólo imagen:

"Nada es más destructivo de relaciones cálidas que la persona que sin cesar 'le da lo mismo'. Ellos no parecen ser un individuo completo si no tienen nada de ellos mismos que 'traer a la mesa', por así decirlo."

Porque esta misma sociedad se ha encargado de hacernos sentir que estamos mal, y como dicen por ahí: No es síntoma de buena salud estar perfectamente acostumbrado a una sociedad enferma. Y a la larga, estas personas son las que nos pueden hacer enfermar:

"Si le dices a la gente suficientes veces que son infelices, incompletas, posiblemente enfermas y egoístas; definitivamente habrá una posibilidad de que una mañana gris cuando se despierten con el inicio de un desagradable frío y se pregunten si son solitarios en lugar de estar simplemente 'solos'."


Hoy definitivamente me siento un poco más tranquilo conmigo mismo. No espero más tampoco, pues sé que con el transcurso de los días estaré mejor; y es que hay cosas que solas deben fluir como un riachuelo y siempre tendré la oportunidad de quedarme en silencio, escuchando su arrullo, a veces dulce, a veces no... 

martes, 4 de noviembre de 2014

This is Love, This is Life



These days it seems like there’s three sides to every story
There’s yours, mine, lately there’s the cold hard truth


domingo, 2 de noviembre de 2014

Los Monstruos de Halloween

La noche de Halloween acaba de pasar.

Ayer por la tarde sentí las risas de los niños jugando en la calle. Al mirar, los veo felices corriendo de un lado para el otro. Un fin de semana normal habría dicho cualquiera, salvo por los disfraces.
En Halloween los niños se visten de los monstruos a los que año a año temen menos. Seres imaginarios creados por escritores, directores de cine o a partir de creencias populares. Los niños luego aprenden a temer a entes reales, que realmente les pueden dañar a ellos o a sus seres queridos. Los extraños, los delincuentes, locos y no tanto. 

Lo cierto es que ambos temores provienen del exterior a ellos, son de cierta manera implantados por la cultura o la sociedad. Como parte del crecimiento los primeros, como medida de sobrevivencia los últimos.

Pero ¿qué sucede luego cuando nos volvemos adultos? El miedo a los monstruos lógicamente desaparece junto con la inocencia. El temor a ser víctimas de algún delito se mantiene, pero la mayor parte del tiempo usamos un instinto y una lógica de protección que con el paso de los años hemos desarrollado. 

¿Quiere decir entonces que de adultos ya no tenemos miedo? Nada más lejos de la realidad, partiendo por el hecho de que nunca maduramos, sino que actuamos como la sociedad espera que lo hagamos de acuerdo a un número que representa nuestra edad. Pero esto último es harina de otro costal. Volvamos a los miedos. Los temores de los adultos han sido reemplazados. Superamos o asimilamos los miedos externos pero desarrollamos unos tal vez más terribles aún: nuestros propios monstruos internos. Los hay distintos en magnitud y naturaleza para cada mortal, y comunes también para otras personas.

He aquí como muestra una galería de imágenes de terror de los adultos (mire, si se atreve...): El miedo a perder el trabajo, el miedo a quedarse solo en la vida, el miedo al rechazo. El temor a ser olvidado en vida, el miedo a estar con la persona equivocada el resto de la vida, el miedo a fracasar. El temor a jamás ser comprendido. El miedo a perder lo que más aprecias de este mundo.
¿Quién puede decir que no visualizó en su mente alguno de estos temores en carne propia mientras los leía? ¿Cómo lo hacemos entonces para no quedarnos petrificados ante la avalancha de monstruos que día a día nos acechan desde nuestro interior esperando escapar y materializarse ante nuestros ojos como la pesadilla de la cuál ni imaginamos cómo despertar?

Lo cierto es que nadie vive en negación de sus fantasmas, pues la vida de los temerarios tiende a ser muy corta y en vano (aunque con un cadáver hermoso dirán los más frívolos). Me gusta pensar que lo que hacemos es finalmente conversar con nuestros monstruos. Día a día dialogamos con ellos y por lo general prima la razón por sobre su locura. Pero a veces, y sólo a veces, nos susurran al oído lo que no queremos oír, porque además nos aterra aceptar que ellos en ocasiones también tienen la razón...

lunes, 20 de octubre de 2014

Retrospección I

12775 días de vida.
Es buen número.
Hay algunas historias que contar en esos días. Seguro.
Las hay de un día; de varios múltiplos de 365 también.
Las hay de horas también: que no alcanzan a ver el cambio de día-noche-día

Dicen que de todas las historias se pueden sacar lecciones. Tengo las mías de unas pocas; de otras aún no consigo verlas (tal vez alguien más se las llevó).

35 años. 11 de ellos durmiendo.
Recuerdo un par de mis últimos sueños de manera muy particular. Recuerdo uno donde escuchaba una composición musical única. Me desperté con la sensación de que nunca había soñado algo así y con la necesidad de reproducir de alguna forma aquella melodía. Se fue.

O aquella vez que soñé con el mismísimo Lucifer. Aún puedo recordar haber despertado con el corazón muy acelerado ante su viva presencia. Luego más tranquilo haber pensado "¿Quién cresta sueña con Mefistófeles?" (teniendo en cuenta que no me considero precisamente un creyente).

35 años, 11 durmiendo. 24 años despierto. Serán apenas unos 9 años viviendo en madurez. Lo cierto es que nunca maduramos, sino que es lo que se espera de nosotros.

9 años de lucidez. Soñando despierto mirando el cielo de mi habitación antes de dormir. Reuniendo coraje para dejar de mirarlo por las mañanas y salir armado con un poco más de fe en que la vida puede ir un poco mejor.


martes, 7 de octubre de 2014

Todo Tiene Su Tiempo

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?

Eclesiastés 3:1-9

sábado, 2 de agosto de 2014

Joyas de Micro de Michael Crichton (con Richard Preston)

Actualmente estoy leyendo mi tercera novela de Michael Crichton: Micro. Hasta el momento la lectura ha sido muy disfrutable y fluída, pero la razón principal de esta entrada son un par de citas que dan para fácilmente armar una entretenida conversación:

- Danny, contigo todo es discutible.
- En esencia, así es -afirmó Minot, asintiendo solemnemente-. Yo no me conformo con la visión científica del mundo que afirma que existen certezas fijas y verdades inmutables.
- Y nosotros tampoco -objetó Erika-, pero algunas cosas son repetidamente verificables y, por lo tanto, justifican que creamos en ellas.
- ¿Verdad que sería agradable pensar de ese modo? Sin embargo, eso no es más que una fantasía autocomplaciente que los científicos se han permitido a sí mismos -prosiguió Mino-. En realidad, todo gira en torno a las estructuras de poder, y vosotros lo sabéis. El que tiene el poder en la sociedad es quien decide lo que puede ser estudiado, quien determina lo que puede ser observado y lo que se puede pensar. Los científicos no hacen más que alinearse con las instancias de poder dominantes. Y nos les queda otra alternativa, porque esas instancias son las que pagan las facturas. Uno no se la juega con las estructuras de poder, porque si lo hace se acaba el dinero para la investigación, no te reciben y no te publican. En pocas palabras, dejas de ser relevante. Te quedas fuera y lo mismo daría que estuvieras muerto.
    Un profundo silencio se abatió sobre el coche. 

Y poco más adelante viene esta:

- No, no tan deprisa -objetó Rick-. Esto es importante. ¿Qué tiene la naturaleza que resulta tan terrorífico para la mente moderna? ¿Por qué resulta tan intolerable? Pues porque la naturaleza se nos muestra como fundamentalmente indiferente. Es implacable y fría. No le importa si vivimos o morimos, si triunfamos o fracasamos, si sentimos placer o dolor. Y eso, para nosotros, es insoportable. ¿Cómo podemos vivir en un mundo al que no le importamos nada? Así pues, redefinimos la naturaleza. La llamamos "madre naturaleza" cuando no tenemos ningún parentesco con ella. Asignamos dioses a los árboles, al aire y a los mares y les concedemos un lugar preferente en nuestros hogares para que nos protejan. Necesitamos esos dioses humanos para muchas cosas, para que nos den suerte, salud o libertad; pero sobre todo, por encima de todas las cosas, necesitamos a esos dioses para que nos protejan de la soledad. ¿Y por qué es tan insoportable la soledad? ¿Por qué no soportamos estar solos? Pues porque los seres humanos son como niños. Por eso.

En esta novela estoy encontrando joyas de la elocuencia en su máximo esplendor. Y eso que apenas voy en la mitad de ella...

Un Vistazo al Futuro: La Era del Diamante


Hace muy pocos días terminé de leer mi primera novela cyber-punk de Neal Stephenson: La Era del Diamante. Llevaba buenos meses pensando en leer un libro de Stephenson dada las [ficticias] referencias que encontré en Celular. Luego de eso, La Era del Diamante estuvo acumulando polvo entre mis libros un buen tiempo.

El libro se presenta a sí mismo como una novela de difícil lectura, lo cual queda absolutamente en el primer cuarto de progreso: estructura irregular, uso frecuente de abreviaturas y conceptos que se explican de forma tardía o implícitamente, entre otras. Pero el corazón de esta libro radica en leerlo hoy; cuando la mitad de la tecnología descrita está siendo actualmente utilizada y posiblemente la otra mitad la veremos dentro de los próximos 10 ó 15 siguientes años. Nada mal para un libro escrito hace 18 años.

La historia misma es prometedora y el autor no se queda corto manejando a los personajes y los tiempos para explotarla. Finalmente sólo puedo recomendar este libro a lectores que al menos tengan el hábito de lectura, pues de lo contrario es posible verse perdido en un mar de conceptos y por ende, perderse el viaje que Stephenson ofrece.
Real Time Web Analytics