jueves, 18 de diciembre de 2014

Las Ilusiones de Navidad

Recuerdo la fiesta de fin de año del 2013 para el curso de mi hija. En aquella oportunidad se invitó al Viejito Pascuero para que entregara los regalos a los niños del curso. Al llegar el Viejito al recinto, algunos niños (en su mayoría varones) empezaron a gritar que éste era falso, lo que felizmente no pasó más allá de una humorada.

Hoy, un año entero después, esa situación volvió a mi mente al preguntarme si mi hija aún creía en la existencia de Santa Claus. Y más aún, a esta hora me pregunto ¿por qué me importa tanto el hecho de que aún crea en él? La verdad es que estoy convencido de que las ilusiones son una parte importante de la infancia, y por lo mismo, de la vida misma.

Cuando somos pequeños creemos en la magia, creemos que hay un Dios, creemos en el Viejito Pascuero y en el Viejo del Saco. Creemos que cosas buenas le suceden a la gente buena. Básicamente de eso están compuestas las ilusiones de infancia, y gracias a eso cuando pequeños creemos que el mundo es un lugar hermoso [y mágico] para vivir. ¡Adoramos vivir en gran parte gracias a eso!

Creo que romper las ilusiones de infancia sólo por creernos los "padres modernos" es una crueldad; porque básicamente sería robar una parte bella de la infancia de todo niño. Lo anterior deja en clara evidencia que no seré yo quien le quite las ilusiones a mi hija. Será la propia edad quien lo haga, pues a eso se le llama crecer.

Este año 2014, al descubrir que mi hija aún cree en la Navidad mágica me he visto en la necesidad de improvisar un pequeño árbol de pascua. La humildad de nuestro árbol traspasa valores, refuerza un vínculo, mantiene la ilusión; pero más importante aún: convierte cada vez un poquito más este lugar en un hogar.

La verdad es que mis recuerdos son muy difusos con respecto a esa etapa de mi vida. Lo que sí tengo claro es que mantuve mis ilusiones también en mi adolescencia. Recuerdo como si fuera ayer aquel verano en que a un muy buen señor le prometí que me casaría con su hija. En respuesta, este caballero en su sabiduría eligió decirme que podría ser así, con la misma probabilidad de que no podría ser. Él eligió respetar y por sobretodo cuidar mi ilusión.

Ese tipo de vivencias me hizo ser quien soy hoy.

Si me preguntan si aún creo en la Navidad... Si aún conservo mis ilusiones... Por supuesto que sí; y aquí están.

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