A veces siento destellos muy finos de luz emanar de entre mis poros. Sucede a menudo cuando el lobo reniega del viaje.
Las partículas, suspendidas a escasos centímetros de mí, brillan como desafiándome a que las alcance.
Confieso que no podría avanzar entre ellas sin sentir sus ínfimos roces sobre mi piel.
Suspiro de alivio desde el otro lado: es sólo sangre...
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