Esta noche estuve en el mirador de Pichilemu, mirando el cielo.
Reflexionaba sobre cómo, después de tantos años, la Piedra del Gato volvió emerger de entre la arena y el mar. Las olas pegando con fuerza contra el mirador en ese típico frío de los veranos de acá.
Recuerdo cuando era pequeño y el mar llegaba ligeramente hasta la Piedra. ¡Cuánto jugué entre esas rocas durante las temporadas estivales de mi infancia! Cuando la playa era novedad y los veranos cortísimos...
30 años después y en mi corazón sólo quedaron inviernos.
Mientras me encontraba sumido en los ciclos de la vida veo pasar una estrella fugaz. Era enorme y muy brillante. Jamás en mi vida vi algo parecido y debo reconocer que por un segundo el corazón se me llenó de congoja.
El universo me había llevado hasta ahí con el corazón apretado y el alma en un hilo. Me regaló un destello que llevaré conmigo siempre. Que abracé con todas mis fuerzas y los ojos bien cerrados.