jueves, 26 de mayo de 2011

Mal paso

Corro sin la noción exacta de si huyo o persigo.


Mi corazón no para de suplicar por un descanso en cada bombeo de sangre. Ya siento que se acercan sus últimos latidos pero aún así no me detengo.


En la medida que avanzo, los arbustos y árboles se tornan más espesos y lúgubres. A ratos no distingo si aún es de día debido a que las copas de los altos árboles se entrecruzan con una funesta intencionalidad.


El suelo, aunque cubierto de hojas muertas, no amortigua mi caída en lo más mínimo. Siento cómo varios hilos de tibia sangre recorren mis rodillas.


Miro por última vez hacia atrás en búsqueda de mi depredador. Su presencia me es aterradoramente conocida.


Creo divisar cómo su silueta se abre paso entre la espesura del bosque. Es como si la naturaleza misma no se atreviera a estorbar su inminente y casi levitante andar.


En un inútil intento por levantarme, compruebo que mis extremidades superiores ya no responden. De inmediato, a mi mente viene la imagen de ella sirviéndome el último trago antes de partir.


Ahora, lo que antes me pareció un gesto contenido, se vuelve una clara mueca de desprecio.


Me consuela el hecho de que siempre supe que ese veneno volvería a mí.


La visión se me nubla y con mi último aliento maldigo tu nombre...

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